NOCIONES DE REALISMO MÁGICO | CLASE FINAL PERIODO 3 (GRADO 9°)

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REALISMO MÁGICO

 

El realismo mágico, es una característica propia de la literatura latinoamericana de la  segunda mitad de siglo XX  que funde la realidad narrativa con elementos fantásticos y fabulosos, no tanto para reconciliarlos como para exagerar su aparente discordancia. El reto que esto supone para la noción común de la “realidad” lleva implícito un cuestionamiento de la “verdad” que a su vez puede quebrantar de manera deliberada el texto y las palabras, y en ocasiones, la autoridad de la propia novela.


Pero el realismo mágico floreció con esplendor en la literatura latinoamericana de los años sesenta y setenta, a raíz de las discrepancias surgidas entre cultura de la tecnología y cultura de la superstición, y en un momento en que el auge de las dictaduras políticas convirtió la palabra en una herramienta infinitamente preciada y manipulable. Al margen del propio Carpentier, que cultivó el realismo mágico en novelas como Los pasos perdidos, los principales autores del género son Miguel Ángel Asturias, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y, sobre todo, Gabriel García Márquez. Las novelas de este último, Cien años de soledad (1967), El otoño del patriarca (1975) y Crónica de una muerte anunciada (1981) siguen siendo obras notables del género.




Realiza la lectura del  siguiente texto y responde las preguntas que se presentan a continuación


La muerte de Prudencio Aguilar

 

Cuando el pirata Francis Drake asaltó a Riohacha, en el siglo XVI, la bisabuela de Úrsula Iguarán se asustó tanto con el toque de rebato y el estampido de los cañones, que perdió el control de los nervios y se sentó en un fogón encendido. Las quemaduras la dejaron convertida en una esposa inútil para toda la vida. No podía sentarse sino de medio lado, acomodada en cojines, y algo extraño debió quedarle en el modo de andar, porque nunca volvió a caminar en público. Renunció a toda clase de hábitos sociales obsesionada por la idea de que su cuerpo despedía un olor a chamusquina. El alba la sorprendía en el patio sin atreverse a dormir, porque soñaba que los ingleses con sus feroces perros de asalto se metían por la ventana del dormitorio y la sometían a vergonzosos tormentos con hierros al rojo vivo. Su marido, un comerciante aragonés con quien tenía dos hijos, se gastó media tienda en medicinas y entretenimientos buscando la manera de aliviar sus terrores. Por último liquidó el negocio y llevó la familia a vivir lejos del mar, en una ranchería de indios pacíficos situada en las estribaciones de la sierra, donde le construyó a su mujer un dormitorio sin ventanas para que no tuvieran por donde entrar los piratas de sus pesadillas.


En la escondida ranchería vivía de mucho tiempo atrás un criollo cultivador de tabaco, don José Arcadia Buendía, con quien el bisabuelo de Úrsula estableció una sociedad tan productiva que en pocos años hicieron una fortuna. Varios siglos más tarde, el tataranieto del criollo se casó con el tataranieto del aragonés. Por Eso, cada vez que Úrsula se salía de casillas con las locuras de su marido, saltaba por encima de trescientos años de casualidades, y maldecía la hora en que Francis Drake asaltó a Riohacha, Era un simple recurso de desahogo, porque en verdad estaban ligados hasta la muerte por un vínculo más sólido que el amor: un común remordimiento de conciencia. Eran primos entre sí. Habían crecido juntos en la antigua ranchería que los antepasados de ambos transformaron con su trabajo y sus buenas costumbres en uno de los mejores pueblos de la provincia. Aunque su matrimonio era previsible desde que vinieron al mundo, cuando ellos expresaron la voluntad de casarse sus propios parientes trataron de impedirlo. Tenían el temor de que aquellos saludables cabos de dos razas secularmente entrecruzadas pasaran por la vergüenza de engendrar iguanas. Ya existía un precedente tremendo. Una tía de Úrsula, casada con un tío de José Arcadia Buendía, tuvo un hijo que pasó toda la vida con unos pantalones englobados y flojos, y que murió desangrado después de haber vivido cuarenta y dos años en el más puro estado de virginidad porque nació y creció con una cola cartilaginosa en forma de tirabuzón y con una escobilla de pelos en la punta. Una cola de cerdo que no se dejó ver nunca de ninguna mujer, y que le costó la vida cuando un carnicero amigo le hizo el favor de cortársela con una hachuela de destazar. José Arcadia Buendía, con la ligereza de sus diecinueve años, resolvió el problema con una sola frase: «No me importa tener cochinitos, siempre que puedan hablar». Así que se casaron con una fiesta de banda y cohetes que duró tres días. Hubieran sido felices desde entonces si la madre de Úrsula no la hubiera aterrorizado con toda clase de pronósticos siniestros sobre su descendencia, hasta el extremo de conseguir que rehusara consumar el matrimonio. Temiendo que el corpulento y voluntarioso marido la violara dormida, Úrsula se ponía antes de acostarse un pantalón rudimentario que su madre le fabricó con lona de velero y reforzado con un sistema de correas entrecruzadas, que se cerraba por delante con una gruesa hebilla de hierro. Así estuvieron varios meses. Durante el día, él pastoreaba sus gallos de pelea y ella bordaba en bastidor con su madre. Durante la noche, forcejeaban varias horas con una ansiosa violencia que ya parecía un sustituto del acto de amor, hasta que la intuición popular olfateó que algo irregular estaba ocurriendo, y soltó el rumor de que Úrsula seguía virgen un año después de casada, porque su marido era impotente. José Arcadia Buendía fue el último que conoció el rumor. 


-Ya ves, Úrsula, lo que anda diciendo la gente -le dijo a su mujer con mucha calma. 


-Déjalos que hablen -dijo ella-. Nosotros sabemos que no es cierto. 


De modo que la situación siguió igual por otros seis meses, hasta el domingo trágico en que José Arcadio Buendía le ganó una pelea de gallos a Prudencio Aguilar. Furioso, exaltado por la sangre de su animal, el perdedor se apartó de José Arcadio Buendía para que toda la gallera pudiera oír lo que iba a decirle. 


-Te felicito -gritó-. A ver si por fin ese gallo le hace el favor a tu mujer. 


José Arcadio Buendía, sereno, recogió su gallo. "Vuelvo en seguida", dijo a todos. Y luego, a Prudencio Aguilar: 


-Y tú, anda a tu casa y ármate, porque te voy a matar. 


Diez minutos después volvió con la lanza cebada de su abuelo. En la puerta de la gallera, donde se había concentrado medio pueblo, Prudencio Aguilar lo esperaba. No tuvo tiempo de defenderse. La lanza de José Arcadio Buendía, arrojada con la fuerza de un toro y con la misma dirección certera con que el primer Aureliano Buendía exterminó a los tigres de la región, le atravesó la garganta. [...]

 Gabriel García Márquez, Gen años de soledad, Grupo Editorial Norma, 2007.

TALLER: DESARROLLA TU COMPETENCIA LECTORA


Responde las siguientes preguntas de la 1 a la 3 en este formulario. Envía pantallazos al responder.



Responde las preguntas de la 4 a la 6 en tu cuaderno.


4. Responde F o V según el enunciado sea falso o verdadero.


El pirata Francis Drake quemó a la bisabuela de Úrsula Iguarán. (   )


La bisabuela de Úrsula nunca volvió a caminar en público. (   )


Úrsula supo que su bisabuela siempre había olido a chamusquina. (   )


Úrsula Iguarán y José Arcadio Buendía eran primos. (   )


Existía el temor de que la pareja pudiera engendrar iguanas. (   )


Ya antes, unos tíos de la pareja habían tenido un hijo con cola de cerdo. (   )


El gallo de José Arcadio Buendía perdió con el de Prudencio Aguilar. (   )


Prudencio Aguilar ofendió a José Arcadio Buendía. (   )


José Arcadio Buendía mató a Prudencio a traición con una escopeta. (   )


Según el narrador, el atacante arrojó el arma con la fuerza de un toro. (   )

 

5. ¿Cuáles eran los principales rasgos que identificaban la personalidad de José Arcadio Buendía el criador de gallos?


6. ¿Qué piensas del texto anterior? Escribe tu opinión personal.

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